El fanatismo como unas gafas que distorsionan la realidad. David, que ha estado 20 años con esas gafas puestas nos explican cómo funcionan, cómo se ve el mundo, qué deformaciones provocan en la vista, y, sobre todo, con motivo de la prevención, cómo interactuar con una persona que tenga esas gafas puestas. Personas que como se sientan atacadas y cuestionadas, se cerrarán como una concha, aislándose en un bunker psicológico inexpugnable. El individuo queda así aislado del mundo. Y el mundo aislado de ese individuo.
David nos deja en su libro: “Memorias de un exnazi”, una herramienta muy potente para educadoras, psicólogos, profes, para toda persona adulta que trate con la chavalada y para la chavalada misma.
Nos encontramos un sistema educativo que aplica continuamente la Ley del Silencio: drogas, sexo, violencia, el suicidio… y también este tema: el fanatismo. Después de una guerra civil con miles de muertos, genocidio, masacres, escalada de la violencia en grupos fanáticos… en las aulas el silencio, el tabú, el “aquí no ha pasado nada”. Así, como nos explica David, las ideas fascistas llegaron a su cabeza de 14 años como a un valle verde, extenso y virgen, sin que hubiese nada que le opusiese una mínima resistencia.
Podemos pensar que ante el silencio del Sistema Educativo nos queda la implicación de los movimientos sociales. Pero tampoco, la resistencia a trabajar con la chavalada nazi, por una cuestión de contraposición de ideas, hace que estos chavales queden más aislados aun del mundo, creándose el aislamiento total, que solo se romperá a través de la violencia.